martes, 12 de septiembre de 2017

Sport 0 - Me 1

 *Ningún ánimo de ofender aquí a aquellos que disfrutan con el deporte. Con todo mi respeto (y casi admiración!), se trata de mi historia y mi experiencia personal.

Cualquiera que me conozca un poco sabe que odio el deporte. Tanto verlo como practicarlo. No os aburriré contando mi traumática experiencia con la educación física durante todos los años de colegio, basta decir que tuve 4 profesores y cada cual era más sádico y fomentaba menos de deportividad y el gusto por la "asignatura". He leído que hay gente que después de pasar por lo mismo, acaba rebelándose más tarde aficionándose al ejercicio y resarciéndose de todo lo que no les dejaron hacer. YO NO SOY DE ESAS PERSONAS. Detesto todo lo relacionado con el deporte, incluida la ropa: hace ya mucho tiempo que dejé de llevar zapatillas o pantalón de chándal. Y casi siempre he estado contenta con ello.

Pero según te acercas a la treintena, comienzas a oír voces por todas partes que te hablan de lo malo del sedentarismo y de las graves consecuencias posteriores que tiene el no hacer ejercicio físico. Y a ti, que no eres de piedra, te acaba calando. No quieres, no te apetece nada, pero en tu interior sabes que tienen razón y que debes hacer algo. DEBES, esa es la palabra: cuántas cosas hay que hacer en la vida (adulta) que no nos gustan. El problema ya viene de base: ¿Cómo empieza a hacer ejercicio alguien que no ha hecho nunca (y que no le interesa)? Correr, podríais decir. Pero si de entre todo lo que odias lo principal es correr, lo de salir a dar vueltas al parque está descartado. Quizás no me importaría nadar, pero tampoco es que tenga una gran formación. Empecé a hacer zumba, y me gustaba mucho (total, es como bailar), pero al final lo fui dejando porque, bueno, siempre surgía algo que me apetecía hacer más que ir a clase. Y así, me planto a un mes de cumplir los 32 años y empezando a escribir un libro, lo cual me va a tener muchas horas sentada. ¿Qué hago para evitar el estancamiento?

A principios de verano vi en una web un cuadro mensual de sentadillas para principiantes. Fácil y se puede hacer en casa. Pues aunque increíble, ya llevo un mes cumpliéndolo. No es fácil, no siempre (o casi nunca) tienes ganas, y a veces hay que sacar tiempo de debajo de las piedras, sobre todo cuando el número sube considerablemente (empiezas por 20 y acabas por 150, y luego seguiré con uno más avanzado). Además, los días que me quedo en casa y no ando ni me muevo mucho, también hago zumba con vídeos de internet. Como lo oís! Y si soy sincera, no todo es malo: los resultados físicos se van notando poco a poco. Pero ahora viene la parte en la que me río cuando la gente dice que el deporte, una vez empiezas, engancha: sobre todo en lo que se refiere a las sentadillas, no me gustan, me aburren, y no son parte de mi día a día, sino un complemento molesto que tengo que hacer para no sentirme mal. No, no me gusta el deporte, no me va a gustar, no tengo que demostrarle nada a nadie y lo hago por obligación (como otra gente come verdura). Puede que esta actitud no sea la más adecuada para mantener una disciplina, pero qué queréis que os diga: mientras este sentimiento perdure, creo que puedo decir que yo voy ganando.