miércoles, 29 de abril de 2020

La nueva normalidad


La nueva normalidad  es esa etapa en la que entraremos una vez que finalicen las fases de desescalada anunciadas por el gobierno, que puede ser a finales de Junio, o más tarde dependiendo de la evolución...

No sé a los demás, pero a mi esa "nueva normalidad" me genera más ansiedad que el confinamiento actual. Precisamente porque, como su mismo nombre indica, no se tratará de volver a nuestra vida de antes, y no solo en lo que a niveles higiénicos o sociales se refiere... También hay que tener en cuenta que cuando sucede una situación tan extrema como la que hemos y estamos viviendo, se ponen de manifiesto muchos aspectos que en la rutina del día a día permanecen ocultos. Y muchas cosas y relaciones personales no volverán a ser como antes. Decimos mucho eso de que estos meses estamos aprendiendo a conocernos, a priorizar, y a ver las cosas con perspectiva. Te das cuenta de lo que necesitas en tu vida, y lo que no. Ves cómo eres realmente, pero también cómo es el resto de la gente que te rodea. Gente con la que sigues manteniendo casi el mismo contacto que antes, pero también gente con la que querrías hablar (más) y no te hace el mismo caso, y gente con la que te sorprende no estar casi hablando, pero que además te de igual. Gente que quizás no esperabas que hicieran tu cuarentena mucho más llevadera, y gente que tampoco te esperabas que no te aportara nada (ni malo ni bueno) durante este tiempo. Gente a la que ya no te apetece contarle cualquier cosa importante, por poco que sea, que te pase. Yo tengo la suerte de convivir con mi marido, que además es mi mejor amigo (y aunque puede ser egoísta decirlo, será duro cuando volvamos a no vernos gran parte del día), pero aún así, me da pena esa evidencia de la difuminación de unos vínculos que parecían seguros, y que quizás eran más inercia que otra cosa. Y que la imposibilidad de estas semanas de poder hacer muchas de las cosas que deseas y amas, vaya a provocar que todavía apetezca menos esforzarse por hacer las que no quieres tanto solo como favor a los demás una vez que recuperemos nuestra libertad. Todo va a cambiar, y en absoluto necesariamente para bien... 

La nueva normalidad me da mucho más que esperanza, ilusión, energía, o inclusión expectación... Me da sobre todo miedo. 

miércoles, 15 de abril de 2020

Gente en Madrid



Ayer leí esto en "Un cuento perfecto", el último libro de Elisabet Benavent:

El pub estaba hasta los topes. Es una de las pocas cosas que no entiendo de
Madrid. Hacía una noche increíble, ¿qué empujaba a la gente a meterse en un
garito donde no paraban de darte codazos? Y donde hacía calor, porque
ciento veinte almas dentro de un local, bailando, borrachas y, en el noventa 
por ciento de los casos, cachondas, generaban calor, mucho calor. Supongo
que la respuesta a esta pregunta es que en Madrid siempre hay gente. En
todos los sitios. En las terrazas; en las callejuelas que serpentean en barrios
como Malasaña, Lavapiés o La Latina; en los bares «de viejos» en los que la
pared está revestida de fotos de platos ya descoloridas por las décadas y
donde aún se aprecia cierto tufillo a tabaco; en las azoteas de los hoteles con
clubs y en los garitos falsamente clandestinos. Es lo que pasa en la capital,
que hay vida en todas partes, hasta cuando quieres estar solo.


Y me di cuenta de que lo que más echo de menos del confinamiento es Madrid, así en general. Los paseos, las terrazas, los bares, los cines y los teatros, los parques, los atardeceres, el ambiente... y sí, la gente, quién me lo iba a decir! Porque por mucho agobio que potencie el ya habitual del día a día, y aunque los escasísimos momentos de calma y soledad sean necesarios, como dije hace unas semanas, de lo primero que haré al salir de casa será echarme a las calles de la ciudad que amo, y disfrutar aún más de esa vida que dábamos por sentado (tanto como para renegar de ella), y que ahora vemos que era un privilegio maravilloso. 


lunes, 13 de abril de 2020

Río por no llorar


Pescar un gran pez,
hacer un batido,
subir la persiana,
encontrarme contigo,
hacer el amor después de la tormenta,
salir con Monti a jugar con las cuestas,
tumbarme en la arena,
una cerveza fresca,
nadar en el mar,
bailar de verbena,
refrescarme la frente en una fuente,
pedirle un favor a un hermano valiente,
perder el tren,
perder la cabeza,
encontrar una sonrisa
y perderme en ella
hacer la compra,
comprar una botella,
beberla en pareja,
jugar bajo la mesa,
viajar en trenes,
la colonia Denenes,
leer un libro que me quepa en el bolsillo,
bajar piñones,
comer macarrones,
hacerme el despistado en las reuniones,
mirar diez capítulos seguidos de una serie,
jugar al Guitar Hero
y creerme en puto héroe,
marcar tu calendario,
pisar el escenario,
volar por tu barrio escondido en un armario,
subir tu salario emocional hasta el campanario,
sí, soy un solitario,
un proletario del vocabulario,
y hoy rimo todo con río porque sonrío por no llorar,
hoy río por no llorar,
sí, sonrío por no llorar,
yo hoy río por no llorar,
yo hoy
la, la, la, la, la...


(Extracto de la canción "Río por no llorar", de Delafé y las flores azules, que parece escrita para estos días...)