Basado en un hecho real...;)
"Aquella tarde de un día festivo, demasiado calurosa para las fechas en las que estaban, ella fue a coger el mismo autobús que casi tres años antes había cogido tantas veces, del cual no recordaba el número; podía recordar exactamente el sitio donde se cogía, las paradas que hacía, todo el recorrido, y más o menos orientarse una vez llegada al destino. Pero para los números, su memoria era nula; menos mal que él se lo dijo. Ya una vez montada en el autobús, mientras en su cabeza y en sus cascos sonaba “…podríamos salir como antes, perder la tarde al sol en un parque...” y demás, recordó que más de la mitad del mismo camino lo había hecho hacía un mes escaso, para examinarse del teórico de conducir. Pero cuando abandonaron la autovía para meterse en la ciudad, cambiaron los recuerdos y comenzó la sensación de dejá vu constante que la perseguiría durante toda la tarde. Conocía esas calles, y era como volver de repente al pasado, como si esos años no hubiesen existido. Al llegar a la estación de autobuses, la sensación fue en aumento; él no estaba, llegaba tarde. En eso no había cambiado. Pero mientras le esperaba, se dio cuenta de que sí que habían cambiado algunas cosas: recordaba la ciudad más oscura, fría y lluviosa, y la estación un sitio en el que no le gustaba y le daba un poco de miedo esperar sola. Esa tarde, sin embargo, lucía el sol, hacía un tiempo fantástico y estaba esperando cómoda y tranquilamente. De repente, creyó que le vibraba el móvil y lo buscó en el bolso. Falsa alarma. Ni siquiera le vio llegar. Antes de levantar la mirada del móvil, oyó su voz bromeando. Ella le miró. Ya estaban frente a frente, después de tanto tiempo. Él se disculpó por haber llegado tarde. Se dieron dos besos, y echaron a andar hacia el centro.
Empezaron hablando de las típicas cosas banales, no incómodos, pero si rompiendo el hielo poco a poco. Mientras andaban, él la cogía o la ponía la mano en la espalda para guiarla cuando había mucha gente, o cuando iba distraída y estaba a punto de cruzar un semáforo en rojo, y se metía con ella diciéndole que no se sabía las señales. En esas cosas tampoco había cambiado. Llegaron a las calles estrechas donde estaba puesta la feria medieval, llenas de gente. Él le preguntaba todo el tiempo si no le gustaba esto, si no quería lo otro. Ella se reía de su insistencia; al fin y al cabo, estaba allí para verle a él y la feria era la excusa para dar el paso, y además le encantaban pero no implicaba que tuviera que comprarse algo obligatoriamente, a parte que con toda esa gente era muy difícil mirar nada concreto. En un momento dado, él le dijo a ella que tenía el bolso abierto, y que tuviera cuidado y lo cerrara. Ella sonrió; con él, se sentía cuidada y protegida, y le encantaba sentirse así. Otra vez era como si todo volviese a empezar, como tres años antes. Pero esta vez era incluso mejor, porque ella no estaba nerviosa, ni se tenía que esforzar por gustarle. Él ya la conocía en lo bueno y lo malo, y por eso podía mostrarse tal y como era. También él se seguía riendo de ella por ser historiadora del arte (en broma, claro, pero algo de verdad habría, ya se sabe el enfrentamiento que existe entre historiadores e historiadores del arte), y ella volvía a decirle lo aburrida que le parecía la historia; como siempre, pero ahora que ambos habían acabado las carreras, razón de más. Acabaron en una plaza donde había puestos de libros. Él se compró dos, y seguía insistiendo en que ella se comprara alguno. Volvieron a la feria medieval hablando de cine alemán y de pelis como “Contra la pared”; de repente, ella se sintió inspiradísima para escribir algo sobre la peli. Pasaron por un puesto de inciensos que a ella le llamó la atención. Él le dijo que se comprara algo. Tras la última negativa, él le confesó: “Mira, te lo voy a decir, quiero que te compres algo porque como mañana es tu cumpleaños, cuando fueras a pagar te iba a decir que no, que te lo regalaba yo, pero como no te decides, al final te lo he tenido que decir.”. Ella no se lo esperaba para nada, se quedó impresionada y un poco triste a la vez. ¿Por qué siempre conseguía estropear las sorpresas (claro que ella no lo hacía aposta, como otras personas)? Al final él le acabó comprando un paquete de barritas de incienso de lavanda y una paleta muy bonita para ponerlas. Hicieron la representación de lo que ella no sabía nada y se sorprendía del gesto de él. Rieron, y se fueron de la feria por una calle más tranquila.
Iban caminando charlando tranquilamente cuando él se encontró con unos amigos. A ella de dio la impresión de que él conocía a toda la ciudad; de repente, vio que uno de ellos era uno de los que había conocido años atrás. Le dio un arrebato de timidez, bajó la vista, miró para otro lado, buscó el móvil con la esperanza de que la llamaran. Al final él se despidió y siguieron su camino. Entonces él le preguntó por su vida, y ella dijo que tampoco había pasado tanto en esos años, su vida era bastante igual, y él insistió en que algo habría cambiado. Ella le contó lo típico, que se había licenciado, que estaba haciendo un doctorado, que llevaba un año estudiando alemán… pero al fin y al cabo, no es que no hubiesen hablado en todo ese tiempo, y esas cosas él ya las sabía. Y es que claro que había pasado algo en esos dos años, algo muy importante, que había cambiado toda su vida; quería contárselo, porque era su amigo, pero no sabía cómo ni si él querría oírlo. Más tarde se daría cuenta de que sí quería, pero en ese momento no dijo nada. Él le contó qué tal le iba en su nueva carrera, y sus planes de irse a estudiar y a vivir fuera. Ella se mostró interesada, pero en el fondo pensó “oh, no, ¿tú también?”. Sus dos mejores amigas se querían ir también fuera, en principio no para siempre, pero quien sabía. Aún le quedaría gente aquí, pero de todas formas en unos años se iba a quedar muy sola. Sabía que no era justo, ya que ella también quería irse, pero aún así… Y hablando de esas cosas llegaron a la plaza, donde estaban los puestos de comida. Él la llevó al puesto de unos amigos a probar el vino caliente y la hidromiel. Y claro, allí él se encontró con más amigos y conocidos. Al ver a las chicas, ella se sintió automáticamente demasiado arreglada; no iba ni más ni menos de lo que iba siempre, y le encantaba la ropa que llevaba, pero aún así, se sintió fuera de lugar. Menuda tontería. La sensación desapareció en cuanto él volvió a su lado.
A ella el vino caliente le entró genial y se lo bebió en dos sorbos, con lo cual se le soltó la lengua, y sin darse cuenta ya le estaba contando toda la historia de su relación (él, evidentemente, ya lo sabía, total ambos estaban metidos en la misma página social de Internet) y le contó como había terminado hacía poco, y se sintió extrañamente aliviada; ya que estaban, le pidió perdón por como habían terminado ellos también y le confesó todo lo que había querido decirle en todo ese tiempo. Sobre todo, que lo que más le había dolido era la idea de perder a un amigo. Él, a su vez, la consoló, también le dijo cosas que pensaba de su pasada la relación (a ella le gustó comprobar que no sólo ella había pensado en el tema) y le contó sus relaciones posteriores. Hablaron bien, sin reproches, sin tapujos, con sinceridad absoluta. Mientras compartían la hidromiel de ella (ya que él había tirado la suya de un manotazo), compartían confidencias como nunca lo habían hecho, ni cuando estaban juntos; ella le encontró mucho más maduro, y se alegró de confirmar una vez más que funcionaban mucho mejor como amigos que como pareja. La conversación se iba haciendo más intima y personal mientras buscaban un sitio donde tomar sidra dulce y un baño, y a ella (no sabía si por efecto del alcohol) le resultaba lo más natural del mundo. Y él la comprendía y la apoyaba. La llevó a una cafetería, pero estaba medio vacía y a ella le daba vergüenza entrar sin pedir nada, sólo para ir al baño, así que él la cogió de la mano y la llevó a través de toda la cafetería hasta los baños, diciendo que si les decían algo pues ya se pediría él algo. Ella se partía de risa. En el baño, comprobó la hora que era y no se había dado cuenta de que ya era tarde, ¿cómo había pasado el tiempo tan rápido? Pensaba irse ya a coger el autobús, pero estaba tan a gusto que se quedaron un rato más tomando una cerveza, un montadito de bacon, hablando de música y brindando “a loh ojoh” (ella que era incapaz de mirar a los ojos a nadie) y “porsifo”.
Ya por fin pusieron rumbo a la estación de autobuses, porque se hacía tarde de verdad y los dos madrugaban al día siguiente. Sin saber cómo, ya estaban otra vez tratando los temas personales. En un momento dado, él te tendió el brazo y le dijo “señorita”, y ella se agarró a él. Y así fueron hasta que llegaron a la estación. Él estuvo a su lado en la cola del bus, hasta que ya casi estaba dentro. Mientras, ella le daba las gracias una vez más por el regalo y hacían planes para volver a quedar pronto. Mientras ella llegaba a la puerta del bus, se sintió triste; odiaba las despedidas, y se sentía tan bien que no quería marcharse, no ahora que habían logrado volver a tener esa química tan fantástica. Al final se despidieron con dos besos (ninguno era de emotivas y lacrimógenas despedidas con abrazos y demás) y ella subió y se sentó justo en el lado contrario al que estaba él, así se cambió a los asientos de al lado, pero él, igual de previsor, se había ido al otro lado, así que empezaron a reírse al darse cuenta de que otra vez estaban en el lado contrario. Él volvió al lado del principio, y esta vez ella no se movió. Estuvieron haciendo tonterías a través del cristal que los separaba hasta que el bus se fue. Él podía haberse marchado en cuando ella subió pero se quedó esperando hasta que vio irse al bus. Ella cerró los ojos, y una sonrisa se dibujo en su boca. Se había imaginado muchas cosas de ese encuentro, pero no algo tan genial. Era una verdadera pena que en algunas cosas fueran tan diferentes que les impidieran tener algo más, como ya sabían ambos por propia experiencia. Porque en otras cosas encajaban a la perfección. Pero no, mejor no mirar al pasado ni pensar en algo que no podía ser. Mejor pensar en el ahora, sabiendo que tenía un muy buen amigo, que era lo que realmente necesitaba en esos momentos, y no otra cosa. Y se sintió feliz, realmente feliz, por primera vez en muchas semanas…"
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